Para mí, reconocer que tengo un problema es igual de difícil que un priísta acepte que perdió las elecciones. Por eso, aunque me cueste mucho trabajo aceptarlo, hoy me rindo para buscar ayuda.
Sí señores, por si no se habían dado cuenta, soy un adicto a los dispositivos móviles; a estar pegado al celular todo el tiempo. Aunque hace algunos años en una ponencia que di en una preparatoria sobre la globalización y de cómo en el futuro seríamos codependientes de la tecnología, nunca imaginé que lo iba a vivir en carne propia.
Al levantarme, lo primero que hago es quitar el celular de mi pecho al revisar los tweets mañaneros, para después tomar la tablet del buró y poner algo de música mientras me paro de la cama para dirigirme a la PC y resolver algún pendiente del trabajo.
Es así como producto de una lista interminable de conductas, en las cuales todas van acompañadas de un dispositivo, he tomado la decisión de solicitar ayuda, de tomar terapia o simplemente buscar tener momentos naturales.
Estar solo, con mi síndrome de abstinencia, con la gente que me rodea; solo con los amaneceres, solo con la señora que me sonríe mientras me vende una quesadilla.
A partir de hoy comenzaré a implementar mis «momentos naturales» que no compartiré con un selfie o en un tweet pero que seguro me harán muy feliz.