Localizado en el estado de Campeche, y perteneciente al municipio de Hecelchakan, Pomuch, pueblo místico reconocido por su delicioso pan, también es una de las comunidades mayas que preservan y viven sus tradiciones fielmente, aún después de la muerte.
Por Danny Benítez
Y es que desde mucho antes que llegaran los españoles, los habitantes de Pomuch tienen la costumbre de recibir las ánimas de sus difuntos como una importante visita. A diferencia de otros estados del País, esta celebración comienza desde el 26 de octubre, y todas las actividades que se realizan en esa semana están encaminadas a recibir como se merece su familiar ya finado; se preparan sus alimentos preferidos, limpian y arreglan la casa, se le incluye en sus pláticas como si estuviese presente, y se recuerdan con cariño sus acciones, por lo que más vale que hayan sido buenas.
Además, según establece el antiguo ritual del Hanal Pixán (Día de Muertos), una vez que su “muertito” cumplió tres años de haber pasado a mejor vida, sus restos son extraídos de la tumba para ser limpiados cuidadosamente con una brocha, se comienza a limpiar por los huesos de las extremidades inferiores y se termina con el cráneo que, una vez concluida la limpieza, va sobre los demás huesos. Después, son envueltos en una manta que las mujeres de su familia bordaron previamente con las iniciales del difunto y motivos decorativos, en alusión a la ropa que utilizaba en vida. Cabe destacar que éstas deben ser renovadas año con año, puesto que se tiene la creencia que, de lo contrario, el alma no llegará a visitarlos.
Posteriormente, se les acomoda cuidadosamente dentro de una caja de madera que, a su vez, se coloca en una pequeña casa de cemento construida en el cementarlo, y que hace referencia al hogar familiar. Esta última morada es adornada con flores y veladores, y se pinta con los mismos colores que en la que habitaba en vida, para que la visita que llega del más allá se sienta como en casa.
El Mejen Pixán, día que se conmemora el alma de los niños, es el 31 de octubre; mientras que el Nojoch Pixán, cuando se veneran las ánimas de los adultos, es el 1º de noviembre. Previo a esto, y como en la mayoría de las demás entidades, se coloca el tradicional altar de muertos en el que, además de los elementos típicos como flores, agua, veladoras e inciensos, se incluyen jícaras con atole de maíz, tanchukuá (bebida de chocolate) y pinole; todo esto, sobre un mantel bordado con imágenes de santos y de los difuntos. En algunos, se colocan también objetos que utilizaban en vida, como juguetes para el caso de los niños, o bebidas embriagantes, para cumplir el antojo de las ánimas de los adultos.
Por supuesto, como en todos los altares de esta región, no puede faltar el pibipollo -o mucbipollo, como se le llama en Yucatán-, platillo típico del Hanal Pixán, que consiste en un gran tamal elaborado con masa de maíz e «ixpelon», una especie de frijol tierno, relleno de carne de pollo o de puerco y una mezcla especial para la ocasión llamada «cool», hecha a base de achiote y especias. Una vez listo, se envuelve en hojas de plátano y se hornea dentro de un hoyo en la tierra, lo que en su conjunto simbolizaba la muerte y la resurrección.
Al finalizar los cantos y rezos en honor a las almas de sus parientes, toda la familia se reúne para convivir y disfrutar de la comida de la ofrenda. Y como muy probablemente sea esta tradición una de las razones que llevaron al culto católico a instaurar los días 1 y 2 de noviembre las festividades de Día de Todos los Santos y Conmemoración de los Fieles Difuntos, si tiene la posibilidad de ser testigo de esta viva tradición de Pomuch, no dude en hacerlo.