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Nadie imagina lo fácil que es preparar estos irresistibles buñuelos de calabacín

¿Quién iba a decir que la felicidad cabe en una sartén y huele a recuerdos de la abuela? ¡Así son estos buñuelos de calabacín! No solo son irresistibles, sino que además son sorprendentemente fáciles de hacer. Sin florituras, sin necesidad de modernizar nada: la receta perfecta es la que no precisa cambios.

Un clásico que no necesita retoques

Hay recetas que no se deben tocar. Y esta, heredada de la tradición, es una de ellas. Porque, como hacía mi abuela, algunos platos alcanzan la perfección a fuerza de sencillez. Cada vez que elaboro estos buñuelos de calabacín, me asaltan recuerdos vivos y entrañables en su pequeña cocina. Sentada, conversando con ella, mientras la veía preparar la masa… ¡sin balanza, guiándose solo por el ojo y la certeza de sus manos!

Aquellos días de buñuelos eran memorables. Yo estaba loca por comerlos, pero no solo por lo deliciosos que eran; también porque, aunque no podía beber cerveza, esos días sí podía “comer cerveza” (¡y admitámoslo, eso tiene su pequeño punto de rebeldía juvenil!).

El secreto de la textura: calabacín en su punto y masa ligera

Estos buñuelos son crujientes y esponjosos a la vez. El calabacín se corta en láminas (mejor que en rodajas) para que esté bien presente en cada bocado. ¿Cómo lograr esa textura irresistible? Es fundamental dejar los calabacines reposar unos quince minutos para que suelten parte de su humedad antes de incorporarlos a la masa. Este paso tiene un peso crucial en el resultado final.

  • Corta los calabacines en tres trozos.
  • Cada trozo lo divides en láminas largas (nada de redondeles), de unos 2 o 3 mm de grosor.

Puedes encontrar estos buñuelos como un clásico en la cocina marsellesa, y también en la sección de platos preparados de las tiendas. Pero cuidado: los que venden suelen llevar más masa y menos calabacín… ¡nada como los que salen de tu propia sartén!

La magia de la cerveza en la masa

En la receta original solo hay una pequeña variante: la cerveza utilizada. Sí, has leído bien, cerveza en la masa. ¿Por qué?

  • Aporta ligereza única, haciendo la masa más aireada, casi como si tuviera levadura por arte de magia.
  • El alcohol se evapora rápidamente, lo que ayuda a que la masa absorba menos aceite y se convierta en una bomba de crujiente.
  • Da sabor (más o menos sutil según la variedad elegida). Se recomienda usar una cerveza rubia; incluso una artesanal, si quieres darle un toque elegante. ¡Imagina una con aroma a génépi, como la que utilicé yo!
  • Las burbujas de la cerveza ayudan a que la masa quede ligera y con ese toque que recuerdas de la tempura.

El resultado: buñuelos dorados, ligeros y con ese puntito de sabor que los hace aún más especiales.

Cómo disfrutarlos y pequeño consejo final

¿El mejor momento para degustar estos buñuelos? Justo al salir de la sartén, todavía calientes y crujientes. Si quieres mantenerlos a la temperatura ideal mientras terminas de freír el resto, colócalos en el horno precalentado a 100°C (¡sin cubrirlos, por favor!).

Si por algún motivo de fuerza mayor has tenido que prepararlos con antelación (que lo desaconsejo, pero a veces manda la vida), puedes recalentarlos unos minutos en el horno caliente a 180°C, sobre una rejilla o bandeja cubierta con papel de horno. Volverán a recobrar algo de su crujiente… aunque, sinceramente, No será lo mismo.

En resumen: los buñuelos de calabacín son la prueba viviente de que lo sencillo puede ser glorioso. Pocos ingredientes, mucha honestidad y la pizca de nostalgia justa. Y ahora que sabes lo fácil que es prepararlos… ¿a qué esperas para hacer tu propia versión? ¡El aroma a infancia está garantizado!

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